“Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030”, es el eslogan con el que este año se celebrará en el mundo entero el Día Internacional de la Mujer 2017. En este contexto, la docente de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico, Susana Arancibia, señala que “no cabe duda que en los últimos cien años la perspectiva de mundo de las mujeres ha cambiado radicalmente con el propósito de generar igualdad de oportunidades. Sin embargo, a pesar de la dura lucha que han dado en su mayoría los movimientos feministas, es posible observar ideas y conductas machistas en el propio discurso femenino”.
La psicóloga y trabajadora social agrega que la batalla por la igualdad de oportunidades de las mujeres en relación a los hombres, si bien es un aspecto que intenta regularse de manera legal, debe considerar que la perspectiva jurídica no es más que una estrategia de carácter punitivo. “Desde el punto de vista cultural aún persisten estereotipos invalidantes en torno a la figura y rol de la mujer, percepciones que son promovidas por ambos sexos. Más aún, muchas de estas imágenes son enseñadas al interior de las familias, en la socialización primaria, lugar donde la madre tiende a ocupar un rol fundamental en la educación y enseñanza de valores hacia sus hijos”, acota.
¿Cómo se entiende tal incongruencia? “Por una parte, pedimos y exigimos igualdad de oportunidades, sin embargo tendemos a enseñar a nuestros niños desde el deber ser que aprendimos en nuestra propia infancia. En este sentido, existen muchísimos ejemplos que dan cuenta del discurso diferenciado que se entrega a hijas e hijos”, explica la profesional Master en Neurociencias y Salud Mental.
Por ejemplo, la especialista indica que desde el punto de vista académico-laboral, todavía se tiende a señalar que los varones deben estudiar profesiones y oficios que les permitan mantener una familia, para ser el soporte económico. “Así las ‘niñitas’ deben saber ser buenas dueñas de casa y futuras mamás. Para ellas el estudio y tener una carrera es muy importante.., por si acaso. Y continuamos regalándoles desde la más tierna infancia juguetes que permiten emular el adecuado rol doméstico. Hemos cambiado el tradicional juego de tacitas, por microondas, refrigeradores, planchas y todo tipo de utensilios, llegando a existir el bebé que les enseña a mudar. Así, en contraposición, si en la actualidad en Chile un adulto le regala a un niño varón alguno de estos artefactos, lo más probable es que como padres sentiremos lo inapropiado del regalo”, precisa.
Situaciones como ésta hacen comprender que aún persiste la idea de que las labores del hogar son propias de las mujeres. “Si bien desde el punto de vista social y económico existen cambios importantes en esta materia, siendo deseable que la mujer salga a un mundo laboral fuera del hogar, para muchas personas aún esto suele ser por un período acotado de tiempo cuando se acaba el estudio formal, por una obligación económica, una etapa juvenil, rebeldía o mientras no lleguen los hijos”, comenta Susana Arancibia.
Otro de los puntos que influyen tiene que ver con el sueldo que aporta cada uno. “Es común escuchar que el sueldo de las mujeres constituye una ayuda al rol proveedor del varón, sin asumir que el dinero ganado puede ser incluso, en monto, superior al de su compañero. Más aún, cuando las mujeres deben sostener el hogar, sea por cesantía de su pareja, enfermedad o porque éste decide estudiar alguna carrera, tienden a levantarse indignadas voces femeninas, habitualmente abuelas o mujeres mayores, que no logran comprender dicho escenario, generando comentarios inconscientemente machistas que promueven justamente la desventaja de quienes pretenden proteger, como el ‘pobrecita’ o incluso ‘tonta… lo que soporta’”, observa la docente.
“En general, todavía persiste en el inconsciente colectivo que una mujer inteligente es aquella que se ‘casa bien’, que ‘tiene un buen hombre a su lado’, entendiéndose que éste pudiera ser el ideal que muchas madres promueven en sus hijos e hijas. La independencia económica, el liderazgo empresarial, la innovación y creatividad a gran escala, parecieran ser ideas avanzadas o riesgosas para las hijas”, enjuicia la trabajadora social.
Un ejemplo claro sobre la postergación de las niñas en nuestra sociedad es el alarmante porcentaje de “ninis”, es decir, jóvenes de entre 18 y 30 años que no trabajan ni estudian. “En Chile, este grupo está compuesto por casi 750 mil jóvenes, donde las mujeres representan el 87% y los hombres el 13%, dejando en evidencia que las niñas, frente a la falta de oportunidades personales y familiares, tienden a desertar de la enseñanza escolar para dedicar la mayor parte de su tiempo al cuidado de los hijos y hermanos, junto con las labores del hogar. Situación que, si bien en la mayoría de los casos no es deseada, es connotada como natural si las necesidades así lo establecen”, señala Arancibia.
Peor aún, desde una perspectiva sexual, las distancias parecen acrecentarse cuando observamos habitualmente las distinciones que hacen los padres sobre sus hijos e hijas adolescentes, principalmente, en temas de salidas nocturnas, lugares, personas frecuentadas, formas de vestir, etc. “Si bien todos estos cuidados apuntan a la protección de la niña, no hace más que dejar en evidencia la disparidad existente. Tema aparte es la conducta sexual permitida y exhibida por las niñas, contexto que lleva en muchos casos a las adolescentes a evidenciar actitudes y conductas contrastantes entre los lugares frecuentados por gente de su misma edad con lo manifestado dentro del hogar. Tal situación es de particular riesgo, ya que la adolescente se entrampa en un doble discurso entre la ‘niña buena’ y la ‘chica libre’, entendiendo temprana y erradamente que estos dos conceptos son irreconciliables. Cuando una joven confunde tal situación podemos señalar que la socialización tradicional machista ha sido incorporada”, afirma la profesora de Trabajo Social.
Situación que se repite de igual forma en adultez. “A pesar de los avances académicos y laborales obtenidos, la mujer tiende a ser denostada por la divulgación de alguna experiencia sexual connotada socialmente como inadecuada. Ello, por sobre sus capacidades y méritos laborales, sociales o familiares, siendo en este caso las propias mujeres las primeras en cuestionar o sancionar. Como lo podemos observar a diario, tal situación es radicalmente distinta a la vivencia de un hombre”, puntualiza.
La docente de la Universidad del Pacífico plantea que si bien existen innumerables escenarios donde se puede observar la transmisión de enseñanzas que dificultan el avance de la mujer hacia una sociedad más equitativa, también es cierto que día a día las mujeres logran derribar cada uno de los mitos aprendidos en la infancia, y que el mundo ha tomado conciencia y valora sus aportes en todos los ámbitos de la vida, sea privada o pública. “En la medida que cada mujer no se perciba a sí misma discriminada, sino que se asuma y empodere como el gran ser humano que es, digna y orgullosa de sí misma, de su esencia y sus contrastes, generará en quienes la observen admiración por su persona. En ese momento, cuando ya no sea necesaria la sanción legal para proteger los derechos de la mujer, habremos logrado la paridad cultural”, concluye la experta.