Los resultados de la muestra de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb), hablan de un aumento de obesidad en un 1,1% en niños de pre kínder respecto al estudio anterior. Asimismo, indica que 1° medio es el nivel que más ha aumentado su prevalencia de sobrepeso y obesidad en los últimos 6 años, con una medición de 36,1% en 2011 y un 45,2% en 2016.
Para el docente de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad del Pacífico, Juan José Rojas, la obesidad es uno de los factores de riesgo modificables más importantes para la salud. “Los obesos presentan muchas complicaciones para la salud, como son los trastornos locomotores (lumbagos, deformaciones, etc.), trastornos cardiovasculares con aumento de la presión arterial, aumento del gasto cardíaco en reposo, déficit en la utilización de insulina con el consiguiente riesgo de padecer de intolerancia a la glucosa o diabetes mellitus, trastornos respiratorios y del sueño. Y también trastornos emocionales y de la salud mental”, enumera.
Para el profesional, sin duda alguna la obesidad tiene efectos categóricos sobre el gasto en salud. “Los obsesos demandan finalmente mayor cantidad de prestaciones de salud y sus resultados no son siempre los esperados por estas personas y los equipos de salud”, agrega.
Como si fuera poco, las consecuencias futuras para una población en estas condiciones son muchas y dramáticas. “A saber, aumento en las cifras de morbimortalidad cardiovascular con el consiguiente aumento de los costos en salud, aumento de las licencias médicas, disminución de la calidad de vida y, lo que es peor, un gran obstáculo para el desarrollo del país”, advierte el profesor universitario.
Para el experto de la U. del Pacífico, el problema de la obesidad debe ser afrontado desde una mirada multisectorial. “No es fácil dar cuenta del problema, si se piensa que es sólo un sector de la sociedad el que debe actuar. Es preciso que sea declarada como enfermedad y luego desarrollar una política pública que incorpore a todos los sectores de nuestra sociedad, instituciones tanto públicas como privadas”, aclara.
¿Cómo ayudan las campañas y medidas como la Ley de Etiquetado? “La educación y la información son uno de los determinantes sociales de la salud, por lo que resulta muy importante que los medios de comunicación y las campañas educativas que provienen desde los entes gubernamentales sigan existiendo y, por supuesto, que sigan mejorando sus metodologías de trabajo. Espero que la población pueda entender mejor el etiquetado, ya que con los semáforos se hace más evidente el contenido de los nutrientes considerados críticos versus la antigua estrategia en donde la población debía leer este etiquetado. En esta medida creo que podría ser un aporte, pero debe ser evaluada”, plantea el profesional.
Ayudando desde la casa
Para el nutricionista, el trabajo preventivo debe realizarse desde siempre, incluso desde antes del nacimiento de los niños. “Así, lo primero es controlar la gestación a través de equipos de salud competentes que monitoreen la evolución del peso de la embarazada. Luego se indica que se dé leche materna como alimento insustituible”, acota Rojas.
Asimismo, recomienda controlar a los niños en centros de salud en todo su desarrollo. “Ojalá hasta los 10 años, porque es importante saber que los controles de niño sano en nuestro país son hasta los 6 años y después nadie sabe qué pasa con ellos y su desarrollo”, indica el docente de Nutrición y Dietética de la U. del Pacífico.
Dentro de las estrategias, el experto plantea que “es necesario implementar estrategias de promoción de la alimentación y la vida sana en el ámbito escolar, universitario y laboral. Y si el niño presenta malnutrición por exceso, debe ser intervenido por equipos de profesionales competentes. Por supuesto que debe desarrollar conductas alimentarias saludables todo el grupo familiar, ya que no sirve que solo el obeso se cuide y su familia siga festinando con azúcares y grasas”, advierte.
Finalmente, el académico de la Universidad del Pacífico sugiere aprovechar las guías de alimentación por grupos etarios que ha desarrollado el Ministerio de Salud en conjunto con el Instituto de Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, la cual destaca, entre otras cosas:
- Comer 4 veces al día: desayuno, almuerzo, once y cena. “Hoy en día nuestra población come dos o tres veces al día, lo que genera que por cada hora de alimentación el volumen calórico consumido es mayor”.
- Se recomienda, además, consumir lácteos bajos en grasa a razón de tres porciones al día, dado su alto contenido en calcio, fósforo y magnesio.
- Consumir tres porciones de frutas y dos porciones de verduras diarias.
- Preferir carnes con bajo contenido graso, de preferencia el pescado.
- Consumir cereales diariamente, ojalá integrales.
- Disminuir o eliminar el consumo de azúcar refinada y los productos que la contienen, como las bebidas, jugos, golosinas y pastelerías.
- Aumentar el consumo de agua.
- Y finalmente promover la actividad física diaria desde edades tempranas.
Respecto a las colaciones, Juan José Rojas, señala que aunque se ha normado lo que se sugiere para nuestros niños, su experiencia clínica le ha mostrado que aún las mismas educadoras permiten que los niños lleven colaciones consideradas de bajo valor nutritivo como son las papas fritas, queques y bebidas. “Así, sugiero distribuir durante las colaciones frutas, huevos duros, aceitunas, semillas como almendras, nueces o, en su defecto, medio pan integral con quesos bajos en grasas o palta; y para beber, jugos naturales o sin azúcar, o lo que sería mejor incentivar el consumo de agua en nuestros niños”, concluye el especialista de la Universidad del Pacífico.