El dilema del Youtuber

Monólogos, tutoriales y situaciones divertidas de la vida cotidiana, es lo que suele verse en los videos en Youtube de mano de los reconocidos Youtubers. Algunos tan famosos que alcanzan millones de seguidores en todo el mundo y que incluso logran vivir de esta actividad. Uno de ellos es Germán Garmendia, un chileno de Tierra Amarilla que hoy confiesa el gran costo y desgaste que le ha traído su célebre personaje.

Cómo buscar trabajo, Cómo hacer amigos, La primera vez, Tipos de alumnos, son parte de las temáticas que el youtuber nacional Germán Garmendia ha desarrollado en su canal “Hola Soy Germán”, que tiene más de 30 millones de suscriptores. Su alcance es mundial y su popularidad lo ha convertido en una celebridad donde quiera que vaya, pero con un alto costo asociado, el que dio a conocer en un video de más de una hora de duración, titulado ‘Esto tiene que parar… por favor’, que él mismo compartió en la plataforma.

Allí, sentado junto a su polola, agradece a sus millones de seguidores, pero les plantea su dilema de no saber qué más hacer luego se sufrir constantes acosos e invasión, tanto de su vida privada como de su propiedad. “En mi casa me siento como en un zoológico”, dice en uno de los momentos del video.

Una declaración que no sólo evidencia su cansancio, sino que pone sobre la mesa el real significado de este fenómeno de las comunicaciones, donde la popularidad y la masificación conllevan fama, pero también situaciones muchas veces incontrolables.

De hecho, para la directora de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico, Carmen Gutiérrez, estos personajes son la muestra de una problemática social más compleja.

“La lectura que hago es que estamos en un momento de la historia donde las personas se sienten de alguna manera tensionadas por pugnas que van en direcciones opuestas. Por una parte, la individualidad o el valor del individuo ha perdido valor en sí mismo y éste adquiere valor o significado cuando se distingue, se diferencia o sobresale. Ésa es la crisis de fondo en la sociedad, porque o somos nada o mucho”, señala la psicóloga.

Esto se daría porque hoy hay mayor conciencia de los derechos ciudadanos. “Hay mucha mayor conciencia de que mi voz es importante. Ya no está la idea de que existe cierta elite social o intelectual con mejores capacidades para liderar y guiar un proyecto en la sociedad. Entonces, de alguna manera estamos como ‘igualados’. Pero al mismo tiempo eso va acompañado de la sensación de ser muchos, de ser masa y anónimos. Y viene el planteamiento de cómo yo siendo único e importante estoy metido en esta masa donde mi individualidad desaparece”, agrega.

Según explica, éstas son personas que se sienten con la atribución y el derecho de decir algo, pero que no necesariamente buscan fama ni protagonismo. “No son gente intelectual ni artistas, sino personas comunes y corrientes que sienten que valen lo mismo y usan las redes sociales como un espacio para visibilizarse y para diferenciarse de esta especie de masa social. Y creo que estas opciones han democratizado la opinión pública y se han gestado espacios de fama –entre comillas–, pero que para mi gusto tienen que ver más que con el hecho de la fama, con el de superar una cierta soledad existencial o un cierto anonimato”, indica la experta.

Público vs. privado

Carmen Gutiérrez plantea que los youtubers no dimensionan necesariamente lo que supone esta exposición. Entonces, ¿cómo pudieran lidiar con el resultado de este despliegue? La directora de la escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico sugiere algunas alternativas.

“Ahí creo que estamos en un proceso en el que de alguna manera todos somos responsables. Porque, por un lado, la persona ha usado esos medios de comunicación y sin duda que ha roto ciertos límites o cierta diferenciación de espacios entre lo público y lo privado. Hoy en día los medios de comunicación de masas, a través de la virtualidad, están haciendo que estos límites sean cada vez más diluidos, donde ciertos espacios de intimidad se someten indirectamente al escrutinio público. Entonces hay un problema de la persona que lo muestra, como de los otros que creen que tienen el derecho de opinar. Lo que es complicado, porque habría que lidiar en cómo volver a construir límites sociales que determinaran aquello que está puesto en una red social y, aun estando en una red social, significa un espacio personal sobre el cual la gente no debiese opinar o invadir de forma tan poco respetuosa”, explica la académica.

Entonces, ¿qué hacer? “O te retiras definitivamente, o empiezas de alguna manera a plantear una tarea de educación y socialización respecto de esos nuevos límites, tal como lo está planteando Germán en su video”, afirma.

Pero la psicóloga va más allá y plantea que “debieran ser las mismas redes sociales las que debiesen difundir ese nuevo proceso de educación y de socialización respecto de los nuevos conceptos de lo público y de lo privado, lo que es un problema, ya que ellas no tienen interés en hacer esta distinción, porque hay una suerte de ganancia secundaria”, acota

Adicionalmente, la profesional precisa que en este proceso de sociabilización sobre cuáles son límites de la comunicación pública y la comunicación privada, juega un rol clave la familia, la sociedad y las leyes.

“Desde los colegios se debiera someter también a una educación con juicio y discusión de qué significa. También sería importante que los padres les enseñaran a sus hijos y fuera materia de discusión familiar. Pero uno ve que eso ahora no está instalado en la sociedad, por el contrario, y por eso aún siguen siendo los medios de comunicación de masas un instrumento para que haya casos para algún tipo de acoso. Entonces creo que estamos con un avance tecnológico que supera el avance de la cultura y de la formación que tenemos para hacer frente a estos fenómenos de carácter emergente. No estamos preparados”, concluye la directora de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.

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